En unas semanas llegará la fecha en la que debemos cambiar la hora. Como siempre, esto ha abierto el debate sobre los beneficios y desventajas de esta medida, que se inauguró en Chile en 1968 debido a una grave sequía. El próximo sábado 2 de septiembre volveremos al horario de verano, lo que significa adelantar una hora los relojes a las 24:00 horas, excepto en la Región de Magallanes y Antártica Chilena donde no habrá cambio.

Sin embargo, varias pruebas científicas respaldan la idea de mantener durante todo el año el horario de invierno para evitar exponer al cuerpo a cambios que pueden resultar en ansiedad, irritabilidad e incluso baja productividad. Uno de los puntos centrales del debate se relaciona con los efectos que este cambio tiene sobre nuestro ritmo circadiano, es decir, las oscilaciones regulares y aproximadamente diarias en nuestras variables biológicas.

La alteración del orden o secuencia de estos ritmos circadianos tiene un impacto negativo a corto plazo similar al cambio horario experimentado durante viajes largos entre diferentes zonas horarias o durante los cambios entre verano e invierno como sucede en Chile. A medio plazo pueden surgir trastornos neurológicos como problemas para dormir y también trastornos psiquiátricos como el trastorno afectivo estacional o bipolar.

El doctor Luis Larrondo, director del Instituto Milenio de Biología Integrativa (iBio), aboga por mantener todo el año el horario de invierno debido a las consecuencias negativas que implica cambiar la hora. Según él, existen estudios científicos basados en años de investigación que demuestran el impacto negativo de estos cambios. Se experimentan episodios de ansiedad, irritabilidad, baja productividad y otros efectos perjudiciales para la salud cuando nuestro reloj biológico no está sincronizado con el reloj social.

Larrondo explica que nuestros ritmos circadianos regulan mucho más que simplemente dormir de noche y estar despierto durante el día. Estos ritmos controlados por un reloj biológico afectan nuestra fisiología y muchas otras funciones celulares diariamente. Por lo tanto, cuando hay una alteración en la regulación normal de estos ciclos circadianos pueden surgir problemas fisiológicos como depresión, mayor riesgo de accidentes y problemas escolares o laborales.

El especialista destaca que el cambio al horario de verano es especialmente notorio porque se obliga al cuerpo a despertarse antes según lo ordenado por nuestro reloj biológico. Esto causa desarmonía con la hora del amanecer y puede tener consecuencias inmediatas como mayor riesgo de accidentes cerebrovasculares, fatiga y menor rendimiento en las primeras semanas.

Pese a las advertencias constantes por parte de la comunidad científica sobre los efectos adversos del cambio horario, este sigue implementándose en Chile. Frente a esta realidad, se recomienda tomar ciertas precauciones para minimizar los efectos negativos. Según Larrondo, debemos exponernos a la mayor cantidad posible de luz natural durante las primeras horas del día para enviar señales claras a nuestro cuerpo indicando que debe mantenerse despierto. También se sugiere priorizar la actividad física al aire libre en las mañanas y evitar el uso de dispositivos electrónicos antes de dormir para no retrasar el sueño.

El psicólogo y antropólogo Sergio González, de la Universidad de Santiago, advierte que la adaptación al cambio horario puede llevar hasta dos semanas, aunque se haya experimentado en años anteriores. Niños y adultos mayores suelen tardar más tiempo en adaptarse. Para sobrellevar el proceso es recomendable mantener una actitud positiva y aprovechar las horas adicionales de luz solar para comenzar más temprano nuestras rutinas diarias.

Gonzalo Reyes, neuropsicólogo de la Clínica Somno, señala que si después de uno o dos meses del cambio horario aún hay dificultades para dormir, es conveniente consultar con un especialista en Neurología y un psicólogo cognitivo-conductual para mejorar los hábitos del sueño. Se recomienda evitar consumir cafeína después del mediodía, hacer ejercicio físico por la mañana, mantener una habitación fresca por las noches y limitar el uso de pantallas antes de dormir. Acompañar actividades relajantes con pensamientos positivos también puede contribuir a un buen descanso.