El edificio Gran Santiago, ubicado en calle Huérfanos 1400, ha sido protagonista de diversas polémicas en los últimos años. Conocido como el «edificio maldito», este inmueble ha sido escenario de varias muertes desde el año 2013.
Si bien se ha señalado principalmente a la administración y a la falta de seguridad como responsables de esta situación, los medios han centrado su atención en Miguel Jiménez Abrigo como el responsable último de la constante intranquilidad que afecta a propietarios y arrendatarios.
Jiménez es un inversionista inmobiliario que llegó al edificio Gran Santiago en 2016. Sin embargo, las acusaciones de mala gestión han afectado gravemente tanto su salud mental y emocional como su carrera profesional. El empresario relata haber caído en una depresión e incluso haber intentado suicidarse. Además, su familia también se encuentra afectada por esta situación.
A pesar de todo esto, Jiménez no tiene intenciones de abandonar el edificio. Su principal motivación es hacer justicia y defenderse de las acusaciones en su contra, tanto desde un punto de vista judicial como personal.
Según él mismo argumenta, no quiere irse del edificio porque quiere que todo se aclare y no tiene por qué huir de un lugar que aprecia. También expresa una teoría sobre por qué este edificio ha adquirido una mala reputación: afirma que está politizado debido a la presencia de personas importantes que residen allí y a su ubicación frente a los juzgados civiles. En sus palabras finales, sostiene que no puede tener culpa alguna por las tragedias ocurridas.