La ciudad de Santiago ha pasado por diversas etapas en su historia del transporte público, adaptándose a las necesidades cambiantes de una urbe en crecimiento continuo. Desde los carros tirados por caballos hasta las modernas líneas de metro, hemos experimentado una notable evolución.

En el siglo XIX, los carros tirados por caballos se convirtieron en el primer medio de transporte público en Santiago. Aunque rudimentarios y con capacidad limitada, cumplían su función básica en esa época. Sin embargo, debido a conflictos surgidos por la necesidad de regular la limpieza de desechos animales, fue necesario buscar nuevas tecnologías.

Durante la primera mitad del siglo XX, los tranvías eléctricos se convirtieron en el pilar del transporte público santiaguino. Estos vehículos sobre rieles permitieron mayor rapidez y capacidad de transporte, conectando diferentes sectores de la ciudad y facilitando la movilidad urbana. Aunque posteriormente fueron reemplazados para dar paso a las micros.

La inauguración del Metro de Santiago en 1975 marcó un hito importante en el desarrollo del transporte público. Este sistema subterráneo revolucionó la movilidad al proporcionar una forma eficiente y rápida para los desplazamientos ciudadanos. Con el tiempo, el Metro se ha expandido incorporando más líneas y estaciones que acercan aún más a los capitalinos hacia sus destinos diarios.

Desde la década de 1980 hasta principios de 1990 destacaron las «micros de colores», pequeños buses pintados con tonalidades llamativas que complementaban al Metro y cubrían áreas no alcanzadas por este sistema subterráneo. Luego, las «micros amarillas» marcaron una importante fase en la historia del transporte público al mejorar la calidad y eficiencia del servicio.

En 2007, se implementó el Transantiago con el objetivo de reorganizar y modernizar la red de transporte público. A pesar de los desafíos iniciales, este sistema integrado se ha consolidado como el principal medio de movilidad en Santiago.

Desde 2017, los trenes de cercanía han ganado relevancia al conectar zonas cercanas a Santiago que no son viables para una red extensa del Metro. Estos trenes complementarios, como el tren a Nos, acercan la movilidad a áreas más alejadas facilitando los desplazamientos hacia otros puntos importantes de la ciudad.

La evolución del transporte público en Santiago ha sido clave para adaptarse a las necesidades cambiantes de una ciudad en crecimiento constante. Desde carros tirados por caballos hasta líneas modernas de metro y trenes complementarios, cada etapa ha dejado su huella en la forma en que nos desplazamos por esta metrópolis.