La NASA continúa su incansable búsqueda de vida extraterrestre, aparte de la Tierra. Centran su atención en los rincones más remotos del cosmos, pero también exploran los confines interiores de nuestro propio Sistema Solar. Utilizando el poderoso Telescopio Espacial James Webb, han detectado dióxido de carbono (CO2) en Europa, una luna de Júpiter.

Las lunas que orbitan al gigante gaseoso son consideradas como principales candidatas para albergar elementos necesarios para el desarrollo de la vida tal como la conocemos. Por lo tanto, el hecho de haber detectado CO2 en la atmósfera de Europa resulta muy emocionante. Aunque aún no podemos mudarnos a esta luna joviana, este descubrimiento desencadena grandes expectativas.

Investigaciones y observaciones previas ya habían determinado que una capa de hielo cubre la superficie lunar. Esto sugiere que debajo de dicha corteza podría existir agua líquida, y como bien sabemos, agua significa vida.

Sin embargo, para que las condiciones sean propicias para una futura misión tripulada se requieren otros elementos adicionales. El reciente hallazgo del CO2 por parte del Telescopio Espacial James Webb es uno de ellos.

El Diario del Astrónomo explica que el CO2 encontrado «no es estable en la superficie de Europa», lo cual indica que ha sido depositado recientemente a escala geológica. Los investigadores creen que este dióxido carbono pudo haber sido liberado debido a un rompimiento del hielo en una región llamada Tara Regio. Esta ruptura posibilitaría un intercambio de material con el océano subterráneo de Europa, permitiendo la escapada del elemento.

En ese sentido, la NASA se está encaminando hacia esta región del Sistema Solar. La agencia espacial estadounidense tiene dos misiones planificadas: Europa Clipper y Europa Lander. La primera está programada para lanzarse en octubre de 2024 y llegar a Europa en 2030. Durante sus 45 sobrevuelos, recopilará datos sobre la composición, estructura y habitabilidad potencial de la luna. Por su parte, Europa Lander se lanzará en la década de 2030 con el objetivo de aterrizar en Europa y realizar estudios más detallados tanto de su superficie como de su océano subterráneo.

La búsqueda continúa y los sueños interplanetarios comienzan a tomar forma cada vez más palpable gracias a estos importantes avances científicos.