Robert Oppenheimer, el renombrado físico nacido el 22 de abril de 1904 en Nueva York, es reconocido como el padre de la bomba atómica. Su carrera dio un salto a la fama cuando el gobierno de Estados Unidos lo contrató para liderar el desarrollo de una bomba atómica capaz de enfrentar la amenaza que representaba la Alemania nazi.
Sin embargo, su legado se vio envuelto en controversia debido a las implicaciones de la primera explosión nuclear del mundo. Veinte años después del suceso, en una entrevista, Oppenheimer compartió sus reflexiones sobre aquel momento histórico: «Cuando la bomba de prueba Trinity explotó el 16 de julio de 1945 en un lugar remoto del desierto de Nuevo México, sabíamos que el mundo no sería el mismo. Unos pocos rieron, otros lloraron, la mayoría guardó silencio». En ese instante, recordó una célebre línea del Bhagavad Gita: «Ahora me he convertido en la Muerte, la destructora de mundos».
Oppenheimer estaba convencido de que la creación de la bomba atómica era necesaria para poner fin a la Segunda Guerra Mundial, pero al mismo tiempo, lo atormentaba el conocimiento de que su desarrollo también implicaba la posibilidad de la destrucción total del mundo.
Este conflicto moral lo llevó a enfrentar desgracia, pues se opuso a la creación de la bomba de hidrógeno por motivos morales y políticos, lo que generó acusaciones de que estaba frenando el desarrollo de dicho proyecto. La Comisión de Energía Atómica de Estados Unidos (AEC) declaró en 1954: «Si el Dr. Oppenheimer hubiera apoyado con entusiasmo el programa termonuclear antes o después de la determinación de la política nacional, el proyecto de la bomba H se habría llevado a cabo con bastante más vigor, aumentando así la posibilidad de un éxito más temprano en este campo».
Las primeras bombas atómicas
El ascenso de Adolf Hitler en Alemania durante la Segunda Guerra Mundial desencadenó preocupaciones entre destacados físicos, entre ellos Albert Einstein, Leo Szilard y Eugene Wigner. Reconocieron la amenaza que suponía para la humanidad que los nazis pudieran desarrollar una bomba nuclear antes que cualquier otra nación.
En respuesta a esta inquietud, el gobierno estadounidense formó un equipo de destacados físicos atómicos, liderado por J. Robert Oppenheimer, quien ya había ganado reconocimiento internacional por sus investigaciones en el campo de las partículas subatómicas.

El ambicioso proyecto que surgió de esta colaboración se conoció como el «Proyecto Manhattan». Oppenheimer y su equipo trasladaron sus investigaciones a la remota localidad de Los Álamos, en Nuevo México, donde trabajaron intensamente para desarrollar una bomba nuclear.
El 16 de julio de 1945, se llevó a cabo con éxito la primera explosión nuclear del mundo, marcando un hito en la historia de la ciencia y la tecnología. Menos de un mes después, el 6 y 9 de agosto de 1945, el ejército estadounidense tomó la decisión de lanzar bombas atómicas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, respectivamente. Este devastador acto causó la muerte de aproximadamente 110,000 personas en el acto y dejó decenas de miles de víctimas adicionales en los meses posteriores.
El impacto de estas bombas atómicas sobre Japón resultó ser un acontecimiento histórico de gran magnitud, que llevó a reflexionar sobre los peligros y las consecuencias de la tecnología nuclear. En octubre de ese mismo año, Oppenheimer renunció a su cargo, dejando un legado duradero en la ciencia y la conciencia humana sobre la responsabilidad que conlleva el desarrollo de armas de este tipo.